viernes, 4 de marzo de 2011

De cuando los miedos nos atacan


¿Qué sería del ser humano sin sus miedos? Dicen que el miedo hace a un hombre más débil, no concuerdo con ello. Una persona con miedos tiene de dos sopas: seguir fomentándolos o agarrarse los huevos y superarlos. Definitivamente siempre nuestra parte animal evita el dolor a toda costa, pero la adrenalina también nos encamina a hacer cosas que no siempre son seguras o agradables; cada persona tiene su costalito de temores que no siempre quiere afrontar, y a pesar de que nos es difícil superarlos cuando lo logramos sentimos una enorme sensación de satisfacción inigualable.

Cuando era niña recuerdo mi terror a las multitudes y más si esto implicaba que su atención estuviera fija en mi, alguna vez me eligieron para un concurso de poesía en la primaria y todo empezó genial, aprendí el texto en pocos días, le di la entonación correcta modulando la voz de acuerdo a cada frase y hacía los ademanes en sincronía perfecta, el problema se presentó cuando empecé a tener audiencia, primero eran mis compañeras, después los maestros y señoras de la mesa directiva; era entonces cuando olvidaba el texto, me temblaba la voz y las piernas al mismo tiempo, gotas de sudor helado escurrían por todo mi cuerpo y no fue nada agradable, recuerdo aun que mi madre me regañó muchísimo e inclusive me dio dos cachetadas para que reaccionara y dejara mis miedos atrás, en un principio pensé que era una forma poco ortodoxa de hacerme reaccionar pero funcionó, le tenía tanto miedo a mi madre que me concentré lo más que pude para evitar pensar en la gente y recitar como lo hacía en mi cuarto frente al espejo hasta que llegó el día del concurso, una noche antes tuve temperatura y mi garganta se cerró a tal grado que no podía hablar sin toser, me sentía débil y no quería ir, pero mi madre hizo de todo para que fuera, me bañó en agua helada, me dio un trago de cognac para que se me abriera la garganta, me peinó y me dio su bendición para que dios me ayudara. Como era de esperarse mi número no fue el mejor porque tosí a la mitad del poema y quedé en segundo lugar, pero a partir de ahí mi pánico escénico desapareció y empecé a participar en pastorelas, concursos del Himno Nacional, obras teatrales y otras cosas estúpidas de esa índole y me di cuenta que no había algo que no pudiera hacer.

Después de eso he superado otros miedos como el de vivir sola, aprender a manejar, matar insectos desagradables porque no hay alguien más que los mate por mí, a meter mano en instalaciones eléctricas y por qué no, hoy estoy perdiendo el miedo a que lean la primera de muchas sandeces que escribo; definitivamente hay muchas otras que me faltan superar, sin embargo ahora los denomino retos, ya no vivo con miedo, ahora tengo pruebas por superar.

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