martes, 8 de marzo de 2011

Hombre, mujer o demonio…


“Yo no elegí nacer mujer” Una declaración muy cierta pero un tanto evidente porque nadie puede elegir absolutamente nada al nacer, ni sexo ni la familia o lugar donde aterrizar, el punto es que sin haber elegido nada tienes que adaptarte a las condiciones que te rodean, Darwin tenía mucha razón cuando afirmó que las especies que no se adaptan, mueren antes que las que logran adaptarse al medio en el que viven. 

Mis padres son fanáticos religiosos y toda mi vida estuve en un colegio de monjas por lo que durante muchos años ser mujer no fue lo más agradable de mi vida, mi familia venía de fuertes matriarcados donde los roles de un hombre y una mujer estaban perfectamente delimitados con un grave riesgo de recibir un regaño por asumir algo que no te corresponde hacer; durante años tuve muchos conflictos de identidad ya que mi padre siempre quiso un hijo varón y me trataba como tal, mientras que mi madre luchaba incansablemente para que fuera toda una princesa, por lo que nunca asumí mi rol de mujer como tal. Cuando vi “Mi Vida en Rosa” lloré como Magdalena porque me identificaba perfecto con el guión, me sentía un niño atrapado en el cuerpo de una niña y así viví durante casi 10 años de mi vida hasta que alrededor de los 13 tuve mis primeros encuentros con los hombres, comencé a tener amigos y ahí encontré al que me hizo sentir mujer sin siquiera tocarme, después de él  mi vida cambió y esa elevación hormonal me ayudó a aceptarme un poco más como mujer.

A la edad de 15 años tuve la sorpresa que sabía algún día iba a suceder: ser mamá. A los 16 años ya había dado vida a un hermoso bebé, siendo ésta la segunda vez que asumía ser mujer y a los pocos años me di cuenta que el sexo no determina tus roles en la vida, después de haber vivido rodeada de situaciones de vida “convencionales” rompí el esquema de bodas de mi familia, me separé del padre de mi hijo después de 3 años de relación y me convertí en padre y madre para mi hijo. Recuerdo que mi maestro de sistemas sociales comparados en la universidad enfatizaba mucho la equidad de género y reafirmé que la única diferencia entre hombres y mujeres es simple biología: pene-vagina, no más… Terminé la universidad, me titulé, obtuve un trabajo, hago los quehaceres de mi casa, salgo a embriagarme con mis amigos, menstrúo cada mes, digo más majaderías que cualquier cargador de la Merced, lloro en las películas… Para mi ser mujer no es significativo ni diferente a ser hombre, porque puedo ser hombre, mujer y demonio a la vez.

viernes, 4 de marzo de 2011

De cuando los miedos nos atacan


¿Qué sería del ser humano sin sus miedos? Dicen que el miedo hace a un hombre más débil, no concuerdo con ello. Una persona con miedos tiene de dos sopas: seguir fomentándolos o agarrarse los huevos y superarlos. Definitivamente siempre nuestra parte animal evita el dolor a toda costa, pero la adrenalina también nos encamina a hacer cosas que no siempre son seguras o agradables; cada persona tiene su costalito de temores que no siempre quiere afrontar, y a pesar de que nos es difícil superarlos cuando lo logramos sentimos una enorme sensación de satisfacción inigualable.

Cuando era niña recuerdo mi terror a las multitudes y más si esto implicaba que su atención estuviera fija en mi, alguna vez me eligieron para un concurso de poesía en la primaria y todo empezó genial, aprendí el texto en pocos días, le di la entonación correcta modulando la voz de acuerdo a cada frase y hacía los ademanes en sincronía perfecta, el problema se presentó cuando empecé a tener audiencia, primero eran mis compañeras, después los maestros y señoras de la mesa directiva; era entonces cuando olvidaba el texto, me temblaba la voz y las piernas al mismo tiempo, gotas de sudor helado escurrían por todo mi cuerpo y no fue nada agradable, recuerdo aun que mi madre me regañó muchísimo e inclusive me dio dos cachetadas para que reaccionara y dejara mis miedos atrás, en un principio pensé que era una forma poco ortodoxa de hacerme reaccionar pero funcionó, le tenía tanto miedo a mi madre que me concentré lo más que pude para evitar pensar en la gente y recitar como lo hacía en mi cuarto frente al espejo hasta que llegó el día del concurso, una noche antes tuve temperatura y mi garganta se cerró a tal grado que no podía hablar sin toser, me sentía débil y no quería ir, pero mi madre hizo de todo para que fuera, me bañó en agua helada, me dio un trago de cognac para que se me abriera la garganta, me peinó y me dio su bendición para que dios me ayudara. Como era de esperarse mi número no fue el mejor porque tosí a la mitad del poema y quedé en segundo lugar, pero a partir de ahí mi pánico escénico desapareció y empecé a participar en pastorelas, concursos del Himno Nacional, obras teatrales y otras cosas estúpidas de esa índole y me di cuenta que no había algo que no pudiera hacer.

Después de eso he superado otros miedos como el de vivir sola, aprender a manejar, matar insectos desagradables porque no hay alguien más que los mate por mí, a meter mano en instalaciones eléctricas y por qué no, hoy estoy perdiendo el miedo a que lean la primera de muchas sandeces que escribo; definitivamente hay muchas otras que me faltan superar, sin embargo ahora los denomino retos, ya no vivo con miedo, ahora tengo pruebas por superar.