lunes, 19 de septiembre de 2011

De los cambios y otras cosas...

Dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido y así es el ser (in)humano, tiende a no apreciar lo que le rodea, llámense objetos, personas o situaciones, el punto es que nos acostumbramos tanto a todo aquello que poseemos que cuando se ven afectados nuestros parámetros de cotidianeidad sentimos calambres.

  Hace unos días me entregaron el reglamento y horario de la capacitación que debo tomar para mi trabajo: 3 meses en instalaciones militares, horarios infames para levantarse a hacer EJERCICIO, si... ¡ejercicio a las 5:30 am! Regaderas comunes, comida de acuerdo al plan nacional de alimentación del ejército sin excepciones de ningún tipo, lo cual me hace semiconvulsionar por saber que me darán a ingerir lácteos enteros y mi intolerancia les vale dos kilos de madre, y que dudo mucho que el plan en comento incluya muffins, cupcakes, chai latte y café taster's choice.

    Cabe mencionar que no puedo llevar mi lap, ni ningun tipo de reproductor de música... ¿Algo más? Si, salgo hasta diciembre y las 24 horas que me dan a la semana para salir serán insuficientes para visitar, comer, dormir y hacer todo lo que quiero y es en ese momento en que comienzo a extrañar todo lo que me rodea y mucho más que todo esto es alejarme de la gente que amo.

   El sabado fui de compras para conseguir lo que me faltaba y traía una nube de nostalgia por todo lo que viene y de pronto leí en algun lugar una frase que decía más o menos así:

"Entre mayor es el esfuerzo, mayor es la recompensa"

Eso espero por la salud mental de esta Leona.

jueves, 30 de junio de 2011

De las lluvias y otros recuerdos...

Hay personas a quienes en algún momento de la vida les entregué una parte de mi, a quienes amé con todas mis fuerzas y se convirtieron en parte importante de mi y con quienes pasé momentos que atesoro y de vez en cuando me gusta recordar y aún y cuando ha pasado el tiempo y esas personas ya no forman parte de mi vida, los instantes que me dieron los valoro inmensamente. Me resulta imposible odiar eternamente a una persona por haber pasado algún trago amargo durante su compañía, llega un momento en que todo el dolor desaparece y surgen las vivencias que valieron la pena; y aún y cuando tuvieras a esa persona enfrente queriendo empezar de nuevo, sabes bien que no lo harías a menos que el Alzheimer te atacara y borrara el aprendizaje que te dice que no cometas los mismos errores.

Estos dias lluviosos me traen uno de los pocos recuerdos agradables que involucran lluvia en mi vida, fue hace aproximadamente 13 años que iba camino a mi casa acompañada de mi entonces pareja, nada importante sucedía pero de pronto comenzó a caer una lluvia torrencial de esas que provocan inundaciones y para nuestro infortunio no traíamos dinero para tomar un taxi, corrimos a lo largo de 3 cuadras buscando dónde cubrirnos de la tormenta pero ningun techo minúsculo era suficiente y ya estábamos empapados por lo que ya no tenía sentido seguir corriendo y seguimos caminando unas 8 calles más. Justo dos esquinas antes de llegar a mi casa encontramos 15 pesos tirados en la banqueta, a los pocos segundos después de haberlos recogido del suelo quedó solamente una ligera brisa, el sol comenzaba a asomarse entre las nubes y un arcoiris se formaba lentamente a lo lejos, nos miramos mutuamente, nos escurría agua por todo el cuerpo y no podíamos parar de reír.

Es uno de los muchos recuerdos que tengo de alguien que formó parte de mi vida por algunos años y, como cualquier ciclo, tuvo su fin; las circunstancias nos alejaron y a pesar de no saber nada de él durante 8 años, espero que el camino que tomó haya sido el mejor para él y aún y cuando pasen muchos años más, el amor y en su momento el odio que alguna vez sentí se convirtieron en cariño sincero y no puedo dejar de agradecerle en mi mente y recordarlo cada vez que veo a mi hijo sonreír.

Gracias Cristian por haberme dejado lo mejor de ti.

martes, 8 de marzo de 2011

Hombre, mujer o demonio…


“Yo no elegí nacer mujer” Una declaración muy cierta pero un tanto evidente porque nadie puede elegir absolutamente nada al nacer, ni sexo ni la familia o lugar donde aterrizar, el punto es que sin haber elegido nada tienes que adaptarte a las condiciones que te rodean, Darwin tenía mucha razón cuando afirmó que las especies que no se adaptan, mueren antes que las que logran adaptarse al medio en el que viven. 

Mis padres son fanáticos religiosos y toda mi vida estuve en un colegio de monjas por lo que durante muchos años ser mujer no fue lo más agradable de mi vida, mi familia venía de fuertes matriarcados donde los roles de un hombre y una mujer estaban perfectamente delimitados con un grave riesgo de recibir un regaño por asumir algo que no te corresponde hacer; durante años tuve muchos conflictos de identidad ya que mi padre siempre quiso un hijo varón y me trataba como tal, mientras que mi madre luchaba incansablemente para que fuera toda una princesa, por lo que nunca asumí mi rol de mujer como tal. Cuando vi “Mi Vida en Rosa” lloré como Magdalena porque me identificaba perfecto con el guión, me sentía un niño atrapado en el cuerpo de una niña y así viví durante casi 10 años de mi vida hasta que alrededor de los 13 tuve mis primeros encuentros con los hombres, comencé a tener amigos y ahí encontré al que me hizo sentir mujer sin siquiera tocarme, después de él  mi vida cambió y esa elevación hormonal me ayudó a aceptarme un poco más como mujer.

A la edad de 15 años tuve la sorpresa que sabía algún día iba a suceder: ser mamá. A los 16 años ya había dado vida a un hermoso bebé, siendo ésta la segunda vez que asumía ser mujer y a los pocos años me di cuenta que el sexo no determina tus roles en la vida, después de haber vivido rodeada de situaciones de vida “convencionales” rompí el esquema de bodas de mi familia, me separé del padre de mi hijo después de 3 años de relación y me convertí en padre y madre para mi hijo. Recuerdo que mi maestro de sistemas sociales comparados en la universidad enfatizaba mucho la equidad de género y reafirmé que la única diferencia entre hombres y mujeres es simple biología: pene-vagina, no más… Terminé la universidad, me titulé, obtuve un trabajo, hago los quehaceres de mi casa, salgo a embriagarme con mis amigos, menstrúo cada mes, digo más majaderías que cualquier cargador de la Merced, lloro en las películas… Para mi ser mujer no es significativo ni diferente a ser hombre, porque puedo ser hombre, mujer y demonio a la vez.

viernes, 4 de marzo de 2011

De cuando los miedos nos atacan


¿Qué sería del ser humano sin sus miedos? Dicen que el miedo hace a un hombre más débil, no concuerdo con ello. Una persona con miedos tiene de dos sopas: seguir fomentándolos o agarrarse los huevos y superarlos. Definitivamente siempre nuestra parte animal evita el dolor a toda costa, pero la adrenalina también nos encamina a hacer cosas que no siempre son seguras o agradables; cada persona tiene su costalito de temores que no siempre quiere afrontar, y a pesar de que nos es difícil superarlos cuando lo logramos sentimos una enorme sensación de satisfacción inigualable.

Cuando era niña recuerdo mi terror a las multitudes y más si esto implicaba que su atención estuviera fija en mi, alguna vez me eligieron para un concurso de poesía en la primaria y todo empezó genial, aprendí el texto en pocos días, le di la entonación correcta modulando la voz de acuerdo a cada frase y hacía los ademanes en sincronía perfecta, el problema se presentó cuando empecé a tener audiencia, primero eran mis compañeras, después los maestros y señoras de la mesa directiva; era entonces cuando olvidaba el texto, me temblaba la voz y las piernas al mismo tiempo, gotas de sudor helado escurrían por todo mi cuerpo y no fue nada agradable, recuerdo aun que mi madre me regañó muchísimo e inclusive me dio dos cachetadas para que reaccionara y dejara mis miedos atrás, en un principio pensé que era una forma poco ortodoxa de hacerme reaccionar pero funcionó, le tenía tanto miedo a mi madre que me concentré lo más que pude para evitar pensar en la gente y recitar como lo hacía en mi cuarto frente al espejo hasta que llegó el día del concurso, una noche antes tuve temperatura y mi garganta se cerró a tal grado que no podía hablar sin toser, me sentía débil y no quería ir, pero mi madre hizo de todo para que fuera, me bañó en agua helada, me dio un trago de cognac para que se me abriera la garganta, me peinó y me dio su bendición para que dios me ayudara. Como era de esperarse mi número no fue el mejor porque tosí a la mitad del poema y quedé en segundo lugar, pero a partir de ahí mi pánico escénico desapareció y empecé a participar en pastorelas, concursos del Himno Nacional, obras teatrales y otras cosas estúpidas de esa índole y me di cuenta que no había algo que no pudiera hacer.

Después de eso he superado otros miedos como el de vivir sola, aprender a manejar, matar insectos desagradables porque no hay alguien más que los mate por mí, a meter mano en instalaciones eléctricas y por qué no, hoy estoy perdiendo el miedo a que lean la primera de muchas sandeces que escribo; definitivamente hay muchas otras que me faltan superar, sin embargo ahora los denomino retos, ya no vivo con miedo, ahora tengo pruebas por superar.