lunes, 18 de febrero de 2019

De las expectativas y otras cosas del ego

En ocasiones sentimos que nada es suficiente, se puede considerar como ambición o una forma de satisfacer nuestras necesidades ya sea materiales o afectivas, pero ¿hasta donde son nuestras necesidades y en qué momento se convierten en exigencias hacia los demás que demandan satisfacer nuestro ego? ¿Dónde está el límite que hace que nos convirtamos en victimarios para llenar nuestras carencias que surgen desde el inconsciente para traernos a nuestra atención vivencias negativas de nuestro pasado que se van convirtiendo en demandas que deben ser cumplidas por los demás para llenar ese vacío existencial?

Muchas veces me he preguntado si en realidad exigía un aumento de sueldo para comprar cosas que no necesitaba y no porque realmente lo requería, otras tantas me pregunto si la atención que recibía de mi pareja era resultado de un interés genuino en la relación o de mi posesividad generada por mis carencias afectivas.

Hace unos días tuve una plática que me hizo reflexionar acerca del bien y el mal, estos conceptos desde hace mucho no tienen validez en mi criterio, porque no hay personas buenas ni malas, tampoco actos bondadosos o malvados, porque su origen radica en la subjetividad y en factores sociales y culturales, mi parámetro está más bien regulado por el efecto que mis actos generan en mí y en los demás; si le entrego a alguien información que resulte necesaria puede agradecerlo por interesarme en su integridad u odiarme por ser una chismosa metiche.

Pero en ocasiones el interés por obtener un beneficio personal nos hace olvidar cuanto podemos lastimar a los demás en el intento de alcanzar nuestra meta (el fin justifica los medios) en esos momentos nuestro ego nos deja ciegos y no importa el precio a pagar, damos por hecho que nuestra voluntad debe ser cumplida.

He estado envuelta en una serie de conflictos mentales en los que al inicio podía sentir que solo mi sentir era correcto y debía defenderlo hasta el final de cualquier amenaza que quisiera callarlo, sin embargo pude percibir que al intentar llevarlo acabo lastimé a quien amo, creía que él pretendía desacreditar mis pensamientos cuando en realidad sólo intentaba protegerse de un daño que había sufrido en el pasado y aún no había trascendido.

Mientras atravesaba por estos conflictos, alguien me dijo que en las cuestiones del amor, lo mejor era dejar de escuchar mis pensamientos y escuchar al corazón, lo cual en principio me sonó bastante estúpido ¿Cómo escuchas a un órgano que no emite pensamientos? Y justamente es por ello que hay que escucharlo, el corazón no sabe de prejuicios, ni de razas, ni de género, ni de egoísmo... Sólo siente y es sabio, en él no hay conceptos, solo realidades. Así que hoy intento escuchar a mi corazón con la esperanza de que mis conflictos mentales se vayan desvaneciendo, solo queda dejar de esperar el futuro incierto para vivir el presente, dejar de preocuparme para ocuparme de mi vida y dejarme sorprender por lo que venga.

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